sábado, 19 de octubre de 2013

Quienes somos.

Vamos a intentar que a través de estas notas nos conozcáis un poco mejor y sobre todo conozcáis mejor a Ángel Olaran.

 Nuestro "interes" por Etiopía surge con la llegada a la guardería del Barrio Pesquero de un niño originario de ese país. Sus padres adoptivos venían muy impresionados de la experiencia que les supuso su estancia allí y muy sensibilizados sobre su situación de pobreza extrema. Sentimientos que de alguna manera  nos transmiten al personal de la guardería. Tiempo mas tarde y de manera casual llega a nuestras manos el libro de Mayte Pérez Baez, “Angeles de Wukro, La lucha contra la pobreza en un rincón de Etiopía” .Y es este libro el que marcó un antes y un despues. Su lectura nos produjo una honda impresión. Lo fuimos pasando de mano en mano y de una manera ,se puede decir que espontanea , surgió el deseo de responder a la llamada que se nos hace desde él y actuar de alguna manera para apoyar al hombre que nos descubrió: Angel Olaran o Abba Melaku como allí le llaman. Decidimos que ese año la recaudación de la tómbola solidaria que los padres/madres de la guarde organizan para la fiesta de fin de curso se enviaría a Wukro.
Buscamos información sobre los proyectos que Ángel desarrolla allí y nuestro interés y empeño en ayudarle va creciendo cuanto mas vamos profundizando en el tema. Nos proponemos contactar con él y lo conseguimos a través de su sobrina María que nos facilita un encuentro con Ángel aprovechando una de sus visitas a España. Ángel es un hombre muy frágil en apariencia pero que desprende una energía y una fuerza tremendas .No duda en señalar  al sistema económico internacional y al "primer mundo" como culpables de la situación de los países empobrecidos. Está convencido de que lo que hace no es una cuestión de caridad sino de justicia ,y la exige.
Ese día tomamos dos decisiones importantes,,la primera organizarnos como asociación  y la segunda viajar a Wukro y conocer su realidad sobre el terreno para ver la manera de hacer mas efectivo nuestro apoyo desde aquí.


Nuestro compromiso es con Ángel, con su forma de trabajar y de concebir la solidaridad. No como una muestra de generosidad sino como una responsabilidad personal . Creemos que además de exigir a instituciones y gobiernos  todos tenemos que asumir nuestra parte de responsabilidad. Si queremos un mundo mas justo tenemos que trabajar para construirlo.
La realidad del país: 
Etiopía es uno de los países más pobres del mundo.A la cola del mundo en cuanto a desarrollo económico y social. La esperanza de vida al nacer ronda los 47 años y las tasas de mortalidad de niños y niñas menores de cinco años es tremenda. Hay una proporción de tan sólo tres médicos por cada 100.000 personas. El 80% de la población vive con menos de dos dólares al día. Mas de la mitad de la población es analfabeta .Hay más de 650.000 niños y niñas huérfanas debido a la fuerte expansión del SIDA. El gasto público en salud representa únicamente un 1,4% del P.I.B. El porcentaje de la población que tiene acceso a fuentes de agua mejoradas es inferior al 24% (sólo un país presenta un porcentaje más bajo).

 Wukro es una pequeña población de unos 30.000 habitantes, situada en la región del Tigray, al norte de Etiopia, y muy cerca de la frontera con Eritrea.
 El 90% de las personas de la región del Tigray viven de la agricultura de subsistencia, sin los recursos necesarios para aprovechar las aportaciones hídricas como son las lluvias estacionales (de uno a dos meses al año) o los numerosos acuíferos subterráneos. Solamente el 6% de la población tiene acceso directo al agua potable.
El estallido de la guerra fronteriza con Eritrea agravó las condiciones de supervivencia en la población de Wukro. Más de 4000 niños y niñas quedaron huérfanos, sin contar los muertos, además estos niños sufren secuelas físicas y mentales. La destrucción de sus casas y de su entorno familiar los ha dejado indefensos. Además de la guerra, el SIDA ha sacudido fuertemente esta región. Sólo en Etiopia se estima que existen un total de 650.000 huérfanos a causa de esta enfermedad.
Muchos de estos niños y niñas huérfanos están a cargo del misionero Ángel Olaran. . Las actividades y labores que realiza son múltiples: tiene acogidos en la actualidad a unos 700 huerfanos, y trabaja, además, en un programa de apoyo a prostitutas, en proyectos educativos, de asistencia, de salud y de reforestación.
Muchos de los niños huérfanos siguen viviendo en sus casas. Ángel considera que es un entorno mucho más humanizado que el de un orfanato y paga los gastos de alquiler y manutención de los mismos

ANGEL OLARAN
Ángel Olaran  es misionero de los Padres Blancos de África. Estuvo durante 20 años en Tanzania y desde hace18 años esta instalado en Etiopia. Ángel Olaran ha logrado un proyecto integral en Wukro. Junto a las actividades asistenciales realiza otras medioambientales y económicas (vaquería, lechería, reforestación). El colegio Saint Mary ofrece educación profesional a cerca de 400 alumnos en agricultura, comercio, electricidad, soldadura, mecánica general y fontanería. Además existe un centro social en donde los jóvenes practican la pintura, escultura en barro, trabajo en cuero, corte y confección, karate y circo. Wukro es una zona semiárida y sin embargo han conseguido plantar múltiples frutales. La escuela de agricultura es toda una referencia en la zona.
  >> CARTA DE ÁNGEL OLARAN DESDE WUKRO
“Nací en Guipúzcoa, en Hernani, hace un montón de años. Trabajé durante 4 ó 5 años en un banco. Después, de alguna forma, me vino la idea de lo que era conocido como mundo de misiones o Tercer Mundo. Yo quería trabajar en África, lo tenía claro, y no se porqué. Me puse en contacto con los Misioneros de África. Me ordené con 23 años, después del servicio militar, y cuando me preguntaron que dónde quería trabajar, yo tenía preferencia por Tanzania.
Para mi Jesús es una persona muy importante. Lo que Él me ha dado no me corresponde, no es mío, es para los demás. Se me ha dado gratuitamente y lo tengo que dar gratuitamente. Creo que el desarrollo personal está en función del trabajo que yo pueda hacer para los demás. Desarrollar lo que tengo yo pero no para mí, sino para ponerlo al servicio de los demás. De esa forma yo desarrollo también mi personalidad. Este es el concepto que tengo yo de Dios
Por una parte la ideología social de Mireri, y por otra mi experiencia personal de Jesús, me trajeron a África. Antes de venir a Etiopía  estuve 20 años en Tanzania . 
Se dice que la Iglesia es la voz de los que no tienen voz, pero yo creo que los que no tienen voz, tendrían que ser la voz de la Iglesia. Pero hoy por hoy esa gente no tiene voz en la Iglesia. No se cuenta con ellos, ni se discute con ellos, no se programa con ellos. Son algo así como el objeto de nuestra caridad, y yo creo que tendrían que ser sujetos del desarrollo. Desde esa perspectiva trabajo
Creo que el subdesarrollo de África se debe en primer lugar a la falta de una infraestructura que anime a invertir en el continente

Tenemos el problema de que hay muchos líderes africanos que no son honrados. En los años 60-70 África se independizó de las potencias coloniales europeas, y yo creo que ahora se tiene que independizar de muchos de sus propios líderes. Hay mucha corrupción, mucho nepotismo. Los líderes son intocables. Cuando África se independizó apenas tenía gente formada que se enfrentara, discutiera o propusiera a los políticos. El mundo universitario e intelectual está creciendo ahora, y puede que ellos empiecen a oponerse. Puede que se consiga también la independencia de los estos políticos, que entraron siguiendo la misma ideología que los europeos. Quizá haya cambiado el color, pero no la mentalidad, aprovechar el poder para beneficiarse ellos mismos
Existe también un problema internacional. África tiene una agricultura muy fuerte y produce mucho, pero los precios se ponen en Europa. África no puede discutir los precios. Los gobiernos de aquí no pueden apoyar a sus labradores tal y como lo hacen los gobiernos europeos y americanos, por lo que estos no pueden competir con los precios del mercado, haciendo que la economía se vaya al garete. Hay gente que cultivaba café y ya no puede, ni algodón, ni azúcar, a causa de esta competición injusta en el mercado internacional, que es a todas luces criminal. Esta es una causa muy seria de la pobreza en África
Luego también están los paraísos fiscales que se han montado los gobiernos europeos, donde ellos están libres de impuestos a la hora de vender sus productos, y sin embargo vienen aquí, y hay cantidad de impuestos que ellos no pagan, y exigen a la gente de aquí que si lo haga. Hay muchas poderosas compañías internacionales en esta situación, y los gobiernos no tienen poder sobre ellos
Tenemos mucho que ver aquí, pero el sistema económico internacional juega muy a favor de Europa, y de una manera muy desleal. Es como quitar a una persona de aquí el pan de cada día, por si puede faltar en algún banquete de Europa. Quitamos el pan de aquí para llevar ese dinero a una sociedad que está casi desmoronándose por la riqueza
Ayer leía unas estadísticas después de todo lo que Blair y gente como él ha dicho de que es la época de África, y eso lo escucha la población y piensa que se está haciendo algo, pero solamente en África hay 450 millones más de personas que vive peor que hace 2 años. Creo que eso de perdonar la deuda son pequeños parches, ya que por una parte perdonas la deuda, pero por otro no cambias el sistema económico que está creando dichas deudas
Todo lo que sea ayuda para el desarrollo encuentra muchos obstáculos, pero no vemos que haya ninguno para que en este país, o en países africanos, existan aviones de guerra o armamento militar. Nunca hemos oído de una guerra aquí que acabara porque se haya acabado la munición, sin embargo muere mucha gente porque es imposible hacerles llegar comida. Y yo creo que no hay una voluntad seria, ni política, ni económica, ni religiosa de solucionar el problema

Luego está la globalización, que es un hecho del que no podemos apearnos, y no porque África no quiera, sino porque Europa –el primer mundo-, la necesita para aprovecharse del tercer mundo-

Yo quisiera imaginarme a un grupo de hombres y mujeres que automáticamente matara a 30.000 niños cada año. Habría una reacción impensable, serían criminales, terroristas, enemigos públicos número uno. Sin embargo, este sistema provoca la muerte de millones de niños, o que otros tantos millones, de tan solo 13 ó 14 años, tengan que prostituirse, y nadie se echa las manos a la cabeza
Muchas de estas niñas se ven avocadas a la prostitución, pues no tienen otra salida. Y prostituyen su cuerpo, pero no su alma. En cambio, muchos de los grupos de poder de Europa es cierto que no prostituyen su cuerpo, pero prostituyen su alma a diario. Y es esa prostitución de su alma la que hace que estas niñas tengan luego que prostituir su cuerpo
Hay quien considera que hacerse cargo de un niño es un trabajo asistencial, que no tiene nada que ver con los derechos humanos. Sin embargo, una de los primeros derechos que la persona tiene es la comida. No es algo asistencial. La comida, la salud, la educación y el techo son derechos inalienables”.

Un par de entrevistas leídas en internet

Autor es José Naranjo.

Las palabras del padre Ángel Olaran son como flechas. Salen con fuerza, rasgan el aire y se clavan en su objetivo. Sin embargo, quien las dispara no parece un soldado ni un guerrero. Es sólo un hombre de Dios que lleva 40 años en África, las dos últimas décadas en Wukro (Etiopía), uno de los lugares más pobres del mundo, donde ayuda a miles de huérfanos a tener un futuro. Y arremete contra la indiferencia, incluida la de la Iglesia.

Escuchen esto: “Si no se acaba con la pobreza es porque no interesa hacerlo. El hambre es un genocidio programado, tolerado. Hay que llamar a las cosas por su nombre. Y si las palabras han llegado a perder sentido, habrá que inventar un idioma nuevo” (frase de Olaran recogida en el libro Ángeles de Wukro de la periodista Mayte Pérez Báez).
Nacido hace más de setenta años en Hernani (Guipúzcoa), se ordenó sacerdote a los 23 y pronto emprendió viaje hacia África. Su primer destino fue Tanzania, donde estuvo 20 años, hasta que le encargaron crear una escuela en un lugar llamado Wukro, al norte de Etiopía. Y allí se convirtió en Abba Melaku (Abba quiere decir padre y Melaku, ángel de Dios), el nombre con el que todos le conocen.
Pero no se limitó a construir una escuela. En los últimos años, Olaran ha ido creando una serie de programas de lucha contra la pobreza. Su acción abarca muchos campos que van desde el desarrollo rural hasta la rehabilitación de un torrente de agua, desde la atención a personas mayores hasta el acompañamiento y apoyo a enfermos de SIDA.

 Sin embargo, su proyecto estrella es el trabajo con los huérfanos. “Cuando llegamos a Wukro, un grupo de vecinos vinieron a verme porque tenían a cinco hermanos que se habían quedado huérfanos y no podían mantenerlos. Fueron los primeros, ahora tenemos a unos 1.115”, asegura Olaran. A estos niños se les ofrece una educación y la cobertura de sus necesidades básicas. Ahora su sueño es construir una escuela de Formación Profesional.
Este contacto directo con la pobreza, la región de Tigray donde está Wukro es una de las más pobres de Etiopía, ha dado alas al discurso crítico de Olaran. “La miseria extrema de los países del Tercer Mundo es el producto de un sistema internacional criminal, de la agresividad política, económica y religiosa de Occidente”, asegura.
Por este motivo no se fía de la solidaridad y la cooperación que vienen de Europa. “Primero deberíamos hablar de Justicia para luego hablar de solidaridad”. En este sentido, añade que “esa cooperación está organizada por el FMI, el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio, orquestada para beneficiar al Primer Mundo”.
De ese Primer Mundo le asusta la indiferencia. “¿Que aquí pueden morir 150.000 niños, como advierte Unicef? ¿Y a quién le importa eso? Como si muere un millón y medio. Es algo que no le va a quitar el sueño a nadie. Son cifras frías, estadísticas que hablan de criaturas desconocidas, sin nombres ni rostro”. (Olaran en Ángeles de Wukro).
Y pone un ejemplo, “en 2007, 37 millones de personas murieron en el mundo por mala alimentación, unas 100.000 personas cada día, de los que unos 29.000 eran niños”. O sea, tres niños por segundo. “Y para alimentar a un niño basta con 40 céntimos de euro al día”.
¿Cuál es la respuesta del mundo occidental? “Pues ahora, con la globalización, le piden a los países africanos que retiren los aranceles aduaneros, lo que les condena a más miseria aún”, asegura Olaran.
A su juicio, muchos pueblos africanos aspiran a que “se les pida perdón por la esclavitud y la colonización, que se les reconozca. Pero los políticos de Occidente no quieren hacerlo, porque si admiten todo el daño que han hecho, entonces alguien podría decir, pues lo justo sería devolver todo lo que hemos robado”.
Y la culpa no es sólo de Europa, claro. “África se independizó del poder colonial hace medio siglo, pero ahora tiene que independizarse de sus propios políticos. Hay mucha corrupción y nepotismo”, explica.
Pero Olaran también lanza sus flechas contra la Iglesia, institución a la que pertenece. “La Iglesia se ha separado de la calle y está centrada en libros escritos hace cientos de años, en lugar de estar en los hechos. El Papa Juan Pablo II dijo que tenía una opción preferencial por los pobres, pero yo no vi esa opción por ningún lado. Fue solo una frase bonita. ¿Cómo se puede decir esto y la Iglesia seguir refugiada en su propio poder, en sus riquezas? ¿Qué hemos hecho con el mensaje de Jesús? El poder de la Iglesia debería ser su mensaje y no tantas riquezas”.

Entrevista a Ángel Olarán, medalla de Oro  2010 de la Diputación de Guipúzcoa

Autor Koldo Aldai.

Viene de un lugar donde  se juntan  todos los azotes, las lacras de la guerra, el SIDA, el hambre…  Viene  de esa geografía donde las madres llegan a dar  a sus hijos puñados de tierra seca para engañar al hambre. Viene de la cercanía con el sufrimiento, de la trinchera de un África carenciada, pero nada de ello vació su paz colmada, su paz serena, incluso gozosa. “Allá donde la sequía  se extiende es el hambre…”, confiesa el padre blanco. Por eso lleva más de cuarenta años ahuyentando esos azotes, frenando  sequías de agua allí abajo,  sequías de corazón en nuestra geografía más afortunada, por eso ha entregado sus días al continente más olvidado.
Le llaman el Mago de Wukro pero su magia se limita a la mirada limpia y a la palabra terca. Quien se codea diariamente con la muerte no transita  alarmando por la vida. Pronto irá rumbo a  palacio, camino de la medalla de Oro que le ha de otorgar la Diputación de Gipuzkoa. Paseará las moquetas con la misma mirada quieta y sosegada con la que transita el polvo y la miseria, los barrios de  barro e infortunio.
No trata de convertir almas, pero tampoco oculta el testimonio de Jesús. “Abba malaku” (el Ángel de Dios como le llaman en la misión) tampoco trata de mendigar caridad, ni siquiera de suscitar solidaridad. Trata, como él mismo afirma, de dejar que surjan sentimientos humanos de igualdad, justicia, fraternidad.
Ángel Olarán (Hernani, 1938) ha volcado su vida en una incansable labor humanitaria  en África, primero en Tanzania y, desde 1992, en Etiopía, en concreto en la localidad de Wukro, situada en la región de Trigray, fronteriza con Eritrea. En Wukro han ido desembarcando quienes huían de la guerra. Las enfermedades están muy presentes en esta ciudad de 40.000 habitantes y muy escasas infraestructuras. A la vera de la  guerra con Eritrea, ya felizmente superada,  todo son  sombras: paro, deterioro de las relaciones  sociales, desintegración familiar, abandono escolar, incremento de huérfanos…
El misionero conoce los laureles, pero rehuye el alarde. También por ello, su es voz  suave y tranquila. Quien ha escogido un mundo duro, camina con palabras justas, sencillas. Sin embargo a la hora de cantar  verdades, todo el mundo sabe que el padre blanco no ahorra contundencia. Casi  murmura las palabras quien no se vanagloria de coleccionar logros, consecuciones para los  últimos de entre  los  últimos. Quienes bien le conocen saben que le incomodan los elogios. “Es muy humilde y no admite una flor. Cree que tiene la obligación moral de hacer lo que hace”, dice de él Imanol Apalategi, uno de sus apoyos más firmes.  Esos amigos saben que el Padre Olarán bien merece premios, pues los premios no le importan nada.
 Sólo busca superar los apuros de los que sufren. Con su fe y con su lema “only solutions”, lo va día a día consiguiendo. Ha sacado de la prostitución a cientos de niñas, ha dado cobijo en su misión de Saint Mary a miles de huérfanos… Esta misión desarrolla una actividad de educación, sanidad y ayuda asistencial a las personas más necesitadas. Además del proyecto de los huérfanos  tiene un colegio de formación básica y profesional, sostiene una atención a enfermos de sida y tuberculosis y desarrolla un sistema de microcréditos para pequeños negocios. También cuenta con programas asistenciales para la tercera edad y los desocupados.
Olarán habla bajo y se crece en la cercanía. De ahí la pena de la conversación que pronto caduca, de ahí el apurar hasta el último minuto el encuentro, de ahí el taxi pedido a la carrera… Otra  conferencia le aguardaba en el otro extremo de la ciudad, nueva charla, ahora ante unos universitarios para concitar  más apoyo en  favor de los “ángeles (huérfanos) de Wukro”.
Si es cierto lo que siempre afirma de que recibe mucho más que lo que da, este  singular misionero debe ser un hombre muy afortunado. Algo de eso debió influir en el abandono a los 33 años del banco en el que trabajaba para coger el hábito y hacerse sacerdote. Ahora le llaman de todos los rincones para disfrutar de su compañía. Ángel Olarán ha dejado a sus más de mil huérfanos para  venir a recoger el premio de la Diputación de Gipuzkoa. En el intervalo tuvo a bien responder a estas preguntas. En ese tránsito del polvo de los áridos caminos a las suntuosas moquetas, de las casas de barro al lujo de los palacios…, nos da la oportunidad para que su sencillez y calidez humana se vuelquen en la grabadora.
¿Por qué misionero?
A los 18 tuve una experiencia fundamental, vital de Dios. Fueron unos segundos, pero fue suficiente. Ya no he necesitado que se repitiera. En ese momento pude comprobar que   Dios es. Lo he tocado. Está  ahí. No es sólo una transmisión cultural o religiosa facilitada por los padres con la mejor voluntad. Ello influyó mucho en mi decisión posterior de marchar misionero. En aquellos tiempos no había, como ahora, tantas ONGs.
 ¿Afirmas recibir más de lo que  das?
Antes que orientar el trabajo exclusivamente hacia el dinero es preferible quedarse en casa. Si Dios se nos ha dado gratis,  nosotros nos hemos de dar  gratis. Somos en función de los demás.  Cuando me junto con alguien, yo también siento que esa persona tiene algo que es para mí. En todo encuentro verdadero hay algo trascendental. No se trata sólo de un proyecto, de un tema en común…, el encuentro siempre supera  eso. Si  vas  con el orgullo de que soy religioso, o misionero, o voluntario…; si vas con la idea de superioridad en la capacidad organizativa, de que eres quien va  a dar…, hay serio peligro de agotamiento.
 ¿Agotado por lo tanto el rol tradicional del misionero?
Cierto, ese planteamiento está  agotado. Se trata más bien de un compartir. Esa relación que tratamos de promover supera  el trabajo, eso es la vida. Si trabajas con la sensación de que estás dando, te agotas. No pararías de pensar: “Mira todo lo que he hecho por ellos”... Eso te autodestruye.
 ¿Con la Iglesia hemos topado?
Con todo lo pesada que pueda  ser a veces la estructura de la Iglesia, no me  pesa.
 ¿Qué te ha dado África?
La gente de allí ha  hecho, ha fabricado el Ángel que yo soy ahora. Lo que más intensamente viví fue la acogida fenomenal de la gente. Aquí es más difícil llegar a la persona.  Allí sin embargo de entrada llegas a la persona. He podido descubrir los valores humanos de las gentes, al estar como están, tan desprendidos de lo material. Las casas, por ejemplo,  pueden ser muy humildes y pobres, pero en realidad constituyen unos museos de dignidad.
¿Qué te han dado los africanos?
No digo que los libros no sean necesarios, pero he leído más en las personas, que en los libros. He podido comprobar que Jesús vivió también en la calle y para la gente de la calle. No era un hombre de biblioteca. Siento que Jesús está más presente en el contacto con los pobres que en la propia eucaristía. Los pobres no son objeto de nuestra caridad, sino sujetos de una libertad.
¿Te sientes parte de África?
Mis raíces son de aquí y me siento apegado. No renuncio a ellas. Pero a parte de esas raíces, hay dos injertos que son los veinte años que pasé en Tanzania y los dieciocho que llevo en Etiopía. Ese conglomerado da lo que soy.
¿Cómo hicisteis esa opción preferencial por los más pequeños?
El 80% de la población está por debajo de los 20 años. Los niños huérfanos no están en un orfanato, sino en casas. La mayoría perdieron a su madre por el virus del SIDA. Hay muchas familias de huérfanos que están constituidas por varios hermanos agrupados bajo un techo. En esos hogares la responsabilidad recae sobre el hermano mayor, en muchos casos adolescente y que sin poder gozar de su infancia, se hace cargo de sus hermanos pequeños. Les damos el dinero de la comida que lo administran ellos. Luego les pagamos también la educación.
Cuando las familias están formadas por miembros de edad más corta y sin ningún adulto, se introduce un trabajador del centro que se encarga de llevar la casa, la cocina, hace las compras, limpia la ropa y también controla el buen estado de la familia. En muchas viviendas, no hay prácticamente ningún elemento material, lo único visible es un colchón y aún así su grata hospitalidad sorprende y reconforta.
Estamos colaborando también con la administración en diversos proyectos sociales, de reforestación, de urbanización…

¿Cómo es la formación de los huérfanos?
Tenemos mil huérfanos con sus cuatro asistentes sociales y sus veinte mujeres que hacen el papel de madre, pero siempre  los hay  con carencias afectivas. Formamos a los chavales en valores humanos. Todo  el profesorado es nativo.
¿Los educáis  “cristianamente”?
Nosotros no “hacemos” niños católicos, no hacemos  adoctrinamiento. Son ortodoxos o musulmanes.  No van al catecismo, no van a rezar. No entran a la iglesia. A estos  niños nadie les ha dicho que tal  día  es domingo y que hay que ir a la iglesia. Nadie les habla de Dios, pero les procuramos una fuerte vivencia cristiana.
También ayudáis a los ancianos…
Sí, de  1.100 ancianos en la zona,  600  están en una  situación  muy  precaria y 300  pasando hambre. A la vuelta tenemos que  ver  qué hacemos con este problema tan grave. Ocurre que antes los   jóvenes cuidaban de los ancianos, pero al haber muerto muchos de esos jóvenes a causa del SIDA, los abuelos se quedan sin asistencia, o los han de cuidar sus nietos. Es un problema muy serio. Es duro oír a un anciano decir que tiene hambre o ver que hace tiempo que no se ha podido asear.
Concedes gran importancia al encuentro entre las personas…
Yo no soy un manitas. Sirvo más romper que para arreglar. Creo que puedo aportar más en la comunicación con las personas. Cada persona es un misterio, cada persona es vida. Cada persona es una encarnación de Dios y tocar a una persona es, al fin y al cabo, tocar a Dios en lo más puro, en lo más bello, en lo más esencial. O visto al contrario, que nos  toque una persona es que nos toque  Dios. Eso nos honra.  Pero a menudo nos cerramos a la vida, a la gracia. Nos cerramos a la humanidad, cada vez que pasamos de una persona. Por eso, dar nos dignifica.
¿Hay lugar para el recogimiento entre tanto ajetreo?
Cierto, la vida no es nunca monótona. Toca andar de una punta  a otra. A la oración le doy más importancia que a los libros. La oración para mí es necesaria.
 ¿Cómo son allí tus días?
No hay  dos  días  iguales. Son  días  muy llenos. No es una intensidad que de todas formas te agota. Después de cenar  visito a los  chavales huérfanos de los hogares de alrededor. Después voy a la capilla, pero a la segunda línea del libro que tengo entre manos, me quedo dormido.

¿Tras cuarenta años en África  has hecho tuya la cultura de allí?
La cultura es una vivencia más interna que va más allá de lo externo, del vestir como visten ellos o de comer con las manos como comen ellos… Vivir con la mente que  viven  ellos  es  más difícil.
¿Qué se te hace aún lejano culturalmente?
Aquí nos condicionamos mucho con valores materiales. La parte externa aquí puede cobrar más importancia que la parte interna, sin embargo allí como la parte externa es tan limitada, la parte interna toma relieve. Allí, por lo tanto, estás más cerca de la persona. Aquí hay a menudo una barrera material fuerte. La crisis que aquí merma el trabajo, allí crea muerte, sin embargo no se percibe por ello más tristeza.
¿Algunas de esas diferencias culturales?
Es curioso por ejemplo como en Wukro la muerte no es noticia. Ha  habido accidentes en los que han muerto cuatro o cinco personas, sin llegar a ser noticia. No trasciende, la gente no se entera. Hace poco estuve con una enfermera del hospital a la que se le había muerto su  hijo de ocho años hacía escasamente  dos semanas. Su actitud era absolutamente natural: “Sí, mi niño ha muerto”, pero no comenzó a llorar, ni mucho menos a gritar. No hay crisis emocionales serias como las que se  crean aquí.
La figura del curandero es también muy importante. Hay muchas enfermedades por las que no se llevan a las personas al hospital. Hemos vivido situaciones de histeria en algunas niñas. En esas situaciones no querían que las trasladara al hospital.
¿La relación con las otras comunidades religiosas locales?
La  relación con ellas es buena. La Iglesia ortodoxa está al fin y al cabo considerada como una Iglesia hermana. Los católicos apenas somos el 0’2 %  de la población y sin embargo manejamos unos medios que las otras comunidades no tienen. El haber construido iglesias y escuelas nos da un relieve social.
¿Han llegado a orar juntos?
Sí, a veces voy a rezar  con los ortodoxos. A veces incluso ellos están  presentes en nuestras propias celebraciones. Llegamos a Wukro en 1994 con un compañero navarro a construir una escuela. Para nosotros era un reto armonizar,  tanto con la jerarquía ortodoxa, como con la musulmana. Cerca de nosotros, en la ciudad de Adigrat, la Iglesia católica ha  ayudado a los ortodoxos a construir sus iglesias.
La religión ortodoxa es otro mundo. Sus sacerdotes tienen un nivel académico escaso. No tienen  medios. Todo se  memoriza. A veces  no saben siquiera  escribir. Enseñan  bajo un árbol lo que  han memorizado. Cuando llegamos allí nos presentamos a ellos. Nunca hemos querido hacer proselitismo. Han observado que nuestro servicio, sin ningún tipo de interés evangelizante, ha sido a favor de los niños y jóvenes ortodoxos. Han podido constatar como nuestra ayuda se ha extendido a ancianos, a mujeres que han tenido que comercializar con el cuerpo, a mejorar la calidad de los huertos… También han  agradecido que les hayamos ayudado a realizar reformas en sus propias iglesias.
¿Cómo es la vida de los campesinos?
Dura. Las casas de allí son como nuestros gallineros de antes. Algunas son de piedra, pues ésta abunda.  Todos comen  de un plato  común con la mano. Ahorran mucho en enseres.
Llueve sólo dos meses al año. Los campesinos  tienen media  hectárea, a lo sumo una, pero no les  llega con eso, si tienen  tres o cuatro hijos. Con ese terreno viven no más que siete meses. El gobierno les da también trabajo a cambio de comida durante otros meses. Nosotros  también les proporcionamos  trabajo de reforestación, rehabilitación de  torrentes... Damos  trabajo a doscientas y trescientas personas. La ayuda de comida por trabajo es la que posibilita que muchas familias sobrevivan.
El agua es oro…
Vamos tanto al río que acabamos  secándolo. Dicen que en un kilómetro de río se pueden  colocar  tres bombas de agua, pero hemos llegado a tener  quince. Por eso estamos  rehabilitando torrentes.
¿Hay esperanza para África?
La esperanza para África son los africanos.  “África rica, pobres africanos…” El problema está más aquí… Aquí la crisis supone falta de trabajo. Allí supone más muertos. Hasta ahora había mucha corrupción en África, pero ahora emerge una nueva sociedad civil. Cuando el comienzo de la descolonización había trece Universidades en el continente, ahora hay más de trescientas. Los nuevos graduados son jóvenes que están en condiciones de pedir cuentas a los políticos de turno. África tiene futuro, aun a pesar de sus políticos actuales.  Emergen ahora  con fuerza los valores humanos.





Amaia


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